Bitácora 21

06.11.2013 23:11

Ética. Bitácora 21.doc (63 kB)

¿Qué es una norma? Una norma es una regla que nos indica cómo actuar en determinadas ocasiones de acuerdo con ciertos valores

Tipos de normas. Hay normas de distinto tipo. Pero no se diferencian por su contenido, por lo que la norma dice que debemos hacer, sino por una serie de elementos formales. En muchas ocasiones una misma norma puede ser moral, social, religiosa o jurídica.

"No matarás" o "no debes matar", en este contexto es una norma religiosa. El que ordena es Dios y en caso de desobedecer la norma habrá que responder ante él. Si una persona no mata porque Dios ordena no matar, está obedeciendo una norma religiosa. Otra persona puede que no mate porque no quiere ir a la cárcel. Esa persona está obedeciendo una norma de tipo legal o jurídico. 
En ambos casos el contenido de la norma es el mismo (no debes matar), pero se diferencian por una serie de características que tienen que ver no con su contenido, sino con su forma. Esas características o elementos formales son los siguientes:

- Quién promulga la norma, quién nos la impone y nos obliga a cumplirla.
- A quién va dirigida.
- Ante quién se responde en caso de incumplimiento.
- Cuál es la sanción o castigo para quién incumple la norma.
- De quién se puede esperar obediencia.

 

Religiosa

Jurídica

Social

Moral

Promulgada por

Dios

el órgano legislativo

las costumbres o modas sociales

uno mismo

Destinada a

todos los seres humanos

los miembros de una comunidad política

los miembros de una sociedad

cada persona

Se responde ante

Dios

los tribunales

la sociedad

uno mismo

Sanción

conciencia del pecado

la determinada por la ley

rechazo social, ostracismo

remordimiento

Se puede esperar obediencia de

los creyentes

los miembros de la comunidad política

los miembros de esa sociedad

de todos los seres humanos

Una norma moral es una regla o mandato que nos imponemos nostros a nosotros mismos. En el caso de no cumplirla hemos de responder ante nostros mismos y la sanción o castigo se presenta en forma de remordimiento de conciencia. Por último, es una norma que pretende ser universal ya que cuando nos la imponemos esperamos que sea válida para todos los seres humanos.

 

Ahora, lee el siguiente texto para complementar la información[1]:

 

 

Las normas éticas y las normas morales no son conmensurables. Esto no quiere decir que tengamos que contar con una contradicción mutua permanente. La misma inconmensurabilidad, que se manifiesta unas veces como complementariedad, toma otras veces la forma del conflicto. Y no de un mero conflicto entre «significaciones» (de un «conflicto semántico») sino de un conflicto entre personas o instituciones. Podemos dar por cierto, por ejemplo, que la obligación del servicio de armas deriva de una norma moral (ya sea de la «moral» propia de un grupo terrorista, ya sea de la moral propia de una sociedad política); una norma no caprichosa, sino ligada internamente a la misma posibilidad de pervivencia de ese grupo o de esa sociedad política. Pero también damos por cierto que esta obligación moral (o política) –puesto que las armas sólo tienen sentido como instrumentos de destrucción de la vida–, entra en conflicto frontal con la norma ética fundamental expresada en nuestra tradición, por medio del quinto mandamiento: «no matarás.» La resistencia al servicio de armas (la llamada «objeción de conciencia» al servicio militar) tiene, desde este punto de vista, un innegable fundamento ético que está envuelto en ideologías teológicas o metafísicas. Hay que tener en cuenta también que para que la resistencia al servicio de armas tenga un significado ético no puede limitarse a la objeción personal (individual) de conciencia (que pretende evitar para uno mismo el servicio militar, apelando a la propia objeción de conciencia como pudiera apelar a tener los pies planos) sino que tiene que extenderse a todo tipo de servicio militar, y no podrá darse por satisfecha hasta que el Estado hubiese derogado la norma del servicio militar obligatorio, a cambio de constituir un «ejército profesional». La «resistencia ética al servicio de armas» tendrá que enfrentarse también contra cualquier proyecto de ejército profesional, porque los soldados que se inscriban en sus filas, no por hacerlo «por voluntad propia» dejarán de atentar contra el principio ético fundamental. Pero esto no quiere decir que la conducta de todo aquel que obedece a las normas del servicio militar obligatorio (o la de quien sienta plaza, como voluntario, en un ejército profesional), sea un in-moral. No cabe concluir, por tanto, que el que resiste al servicio militar de armas es «bueno» y el que se llega a él es «malo»; o que quien no formula la objeción de conciencia, carece de «conciencia moral». Se trata de un caso de conflicto frontal entre ética y moral: las justificaciones morales (o políticas) podrán ser impugnadas «desde la ética», tanto como las justificaciones éticas podrán ser impugnadas (como utópicas o místicas) desde la moral. Cada cual tendrá que decidir, en cada caso, según su sindéresis, el partido por el que opta, y el grado de tolerancia que puede soportar respecto del partido contrario.

 

La dialéctica interna a las virtudes éticas habrá que ponerla en la contradicción entre la universalidad del individuo corpóreo y la particularidad de las existencias. En este sentido, las virtudes éticas (aunque formalmente traspasan las fronteras de sexo, raza, religión), de hecho sólo se ejercen normalmente en círculos muy reducidos de individuos, en grupos cuasifamiliares, degenerando su alcance transcendental. Dice el Antiguo Testamento: «a un extraño puedes prestarle con usura, pero no a tu hermano.» Es decir: es más frecuente la conducta ética con el prójimo que la conducta ética con el extraño. Podría decirse que la ética comienza por los grupos familiares, pero que sólo llega a ser transcendental a todos los hombres en la medida en que los individuos de los grupos originarios puedan comenzar a ser tratados (a consecuencia de experiencias sociales e individuales muy precisas) como individuos universales. El mal ético por excelencia es el asesinato (aunque, a veces, la muerte provocada o no impedida de otro pueda considerarse como una virtud ética, en ciertos casos de eutanasia). Pero también son males éticos de primer orden la tortura, la traición, la doblez o simplemente la falta de amistad (o de generosidad). La mentira puede tener un significado ético cuando mediante ella logramos salvar una vida o aliviar una enfermedad. La desatención hacia el propio cuerpo, el descuido relativo a nuestra salud, es también un delito ético, por lo que tiene de falta de firmeza. La medicina es una actividad que marcha paralelamente al curso de las virtudes éticas. Podría decirse que la ética es a la medicina lo que la moral es a la política



[1] García Sierra, Pelayo, Diccionario filosófico, entrada: “Normas éticas / normas morales”, en: https://www.filosofia.org/filomat/df472.htm   

 

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