Bitácora 22

11.11.2013 19:11

Ética. Bitácora 22.doc (58,5 kB)

JACQUES MARITAIN

PERSONA E INDIVIDUO

 

 

Empecemos, pues, por la metafísica de la persona y del individuo. Muchas veces se toman indistintamente estos dos términos. Un análisis del pensamiento y de la conciencia común pronto nos mostrará que dan pie a contradicciones singulares. ¿No nos dice Pascal que el yo es odioso?; es un lugar común de la literatura pascaliana. (. ..)

 

Además, en el lenguaje ordinario cuando se dice de alguno que tiene un carácter muy "personal", ¿no se quiere designar con ello un carácter atrincherado en sí mismo, más o menos agresivo, avaro, laborioso, limitado, indigente y complicado a la vez, replegado sobre un pobre centro dominador y unos pobres designios? Tics, manías, vanidades, estrecheces de la mente, un sinfín de durezas y rivalidades, todas estas notas, ¿no forman parte de la noción común, siempre más o menos peyorativa, de la personalidad, tal como se entiende en el lenguaje vulgar? Un gran artista contemporáneo dijo un día -es rasgo significativo de ciertos temperamentos creadores-: "Yo no amo a los demás". He ahí una frase que revela un carácter terriblemente "personal", y así, desde este punto de vista, parece que la personalidad consiste en realizarse a sí misma a expensas de los demás; parece que implica siempre una especie de egoísmo: egoísmo pasional o voluntario, también podríamos decir, egoísmo ontológico, que consiste en absorber todas las cosas en la propia subjetividad; tal fue el caso por excelencia de un Juan Jacobo Rousseau.

 


Por otra parte, ¿no es un reproche grave decirle a una persona que es un hombre sin personalidad? Los héroes y los santos, ¿no se nos presentan como el summum de la personalidad, y al mismo tiempo de la generosidad? Nada grande se ha hecho en el mundo sino por una fidelidad heroica a una verdad que un hombre que dice yo, vislumbra y de la cual da testimonio; por una fidelidad heroica a una misión que él, persona humana, debe cumplir y de la que quizá sólo él tiene conciencia y en cuyas aras sacrifica su vida.

 

La Sagrada Escritura, ¿no es un diálogo perpetuo entre el tú y el yo? Finalmente, Dios mismo es personal, cúspide de la personalidad, una trinidad de personas increadas: y no hay personalidad que se firme de un modo más magnífico que la de Cristo, Verbo encarnado. (...)

 

Así pues, como opuesta a la frase de Pascal que he mencionado: "El yo es odioso", se puede citar la de santo Tomás: "La persona es lo que hay de más noble, de más perfecto en toda la naturaleza".

 

Ante estas contradicciones aparentes, nos vemos forzados a hacer -con el fin de intentar resolver las- un esfuerzo de elaboración metafísica, que nos mostrará que el yo humano se encuentra entre dos polos: el polo individuo o individualidad, al que se refiere la frase de Pascal, y el polo personal o personalidad, a que se refiere la frase de santo Tomás. (...)

 

 

Persona y personalidad

 

Sigamos. La personalidad es para santo Tomás lo que hace que ciertos seres, dotados de inteligencia y de libertad subsistan, se mantengan en la existencia como un todo independiente (más o menos independiente) dentro del gran todo del universo y frente al todo trascendente que es Dios. No se trata ya de compartir con otro una naturaleza, sino de tener consistencia en el ser, de poseer la existencia con cierta plenitud y con cierta eficacia, y también con cierta generosidad, porque lo que la persona presupone intrínsecamente es la inteligencia, es el amor; y la personalidad es la sustancia de una naturaleza espiritual, de una naturaleza dotada de inteligencia y voluntad; la cual se abre al mundo, gracias a su inteligencia, y por su voluntad es capaz de amar todos los demás seres; es, por tanto, esencialmente generosa.

 

La individualidad y la personalidad en el hombre

 

... Cada ser humano, acabamos de indicarlo, es -como el animal, la planta o el átomo- un individuo, es decir, un fragmento de una especie, una parte de este universo, un punto singular en la inmensa red de fuerzas cósmicas, étnicas, históricas, a cuyas leyes está sujeto; y al mismo tiempo es una persona, es decir, según acabamos de indicarlo, un universo de naturaleza espiritual, dotado de la libertad de elección y constituyendo por lo tanto un todo independiente frente al mundo. Ni la naturaleza, ni el Estado pueden tocar este universo sin su permiso. Y Dios mismo, que está y obra dentro de él, obra de un modo particular y con una delicadeza particularmente exquisita, lo que indica la estima en que lo tiene. Respeta su libertad, en cuyo fondo habita Él, sin embargo, la solicita, nunca la fuerza.

 

[…]

 

Pues bien, el hombre debe realizar por su voluntad lo que en su naturaleza es boceto. Según un lugar común, muy profundo por cierto, debe devenir lo que es. Y esto asumiendo riesgos y dolores, a un precio doloroso y con posibilidades tremendas; debe ganar en el orden ético y moral su personalidad y su libertad, imprimir él mismo en su propia vida el sello de su radical unidad anta lógica. (...) En otros términos, el desarrollo dinámico del ser humano podrá verificarse en un sentido o en otro, en el sentido de la individualidad material, o en el de la personalidad espiritual. Si se realiza en la dirección de la individualidad material, se encaminará hacia el yo odioso, cuyas leyes tomar, absorber para sí; ya la par la personalidad como tal tenderá a alterarse, a disolverse. (...) Si al contrario, el desarrollo se realiza conforme a la personalidad espiritual, entonces andará el hombre en la dirección del yo generoso de los héroes y de los santos. El hombre no será verdaderamente persona sino en la medida en que su comportamiento ético traduzca en acción la realidad metafísica del espíritu, no será verdaderamente persona "sino en la medida en que la vida de la razón y de la libertad domine en él la de los sentidos y de las pasiones; sin esto seguirá siendo, como el animal, un simple individuo, esclavo de los acontecimientos, de las circunstancias, siempre remolcado, incapaz de dirigirse a sí mismo". "Desenvolver su individualidad, es vivir la vida egoísta de las pasiones, hacerse el centro de todo y llegar finalmente a ser esclavo de mil bienes pasajeros que nos dan el miserable gozo de un momento. La personalidad, en cambio, crece en la medida en que el alma, levantándose por encima del mundo sensible, se adhiere más estrechamente por la inteligencia y la voluntad a lo que hace la vida del espíritu". Garrigou.

 

Y aquí hemos de señalar todavía un hecho paradójico: en la medida en que la personalidad se busca a sí misma, se rebaja en cierta manera y se mueve por debajo de las limitaciones e indigencias de la individualidad. Al buscarse se pierde, porque su ley propia es contraria al egocentrismo e incompatible con éste. Tomen en cuenta los ejemplos que pueden suministramos ciertos artistas insignes, el que puede damos un Goethe, si les parece; encontramos en él un desarrollo magnífico por lo que toca a la inteligencia y a la voluntad. Y no obstante, habremos de comprobar en él -¿no han leído sus conversaciones con Eckehmann?- algo mezquino: la mezquindad del hombre grande. ¿Por qué? Porque la ley suprema del desarrollo de la personalidad, que es un desarrollo ante todo espiritual, es una ley de amor y de generosidad que consiste en darse, una ley que rebasa el simple desarrollo de las virtudes del intelecto, la simple perfección intelectual. De acuerdo con esta ley natural, del dinamismo de la personalidad, completada en el orden sobrenatural por la ley superior de la caridad y del sufrimiento redentor, es como los santos tienen una personalidad tanto más sublime cuanto más la pierden en Dios, y llegan a ser en cierta manera algo de Dios. (...)

 

 

Volver

Buscar en el sitio

© 2013 Todos los derechos reservados.

Crea una página web gratis Webnode